Mi dantesco lucero, que me llamó el primero, se tomó un año "sabático" para poner orden en su día a día y ahora todo le va viento en popa. Tiene unos colegas que valen millones, está contentísimo en su curro y aunque recientemente pasó por un mal amorío, lo ve todo con ojitos de milagroso optimismo. Le da igual porque es la otra persona la que se lo pierde. Y él está muy bien como está.
Mi lucero del norte, que me llamó por la noche, está loquito por una nena con la que tiene una relación muyyy especial. Hace unos meses discutió con sus padres, se semiemancipó y vio la vida con un toque de independencia. Ahora vuelve a estar fenomenal con ellos, los estudios le van de maravilla y sigue liándola por la noche y dándole cariño a su querida.
Mi lucerito del sur tenía unas pruebas muy importantes y las iba pasando todas, pero en una se fastidió la pierna y tuvo que aplazarla. Parecía que no era muy grave pero no podía esperar demasiado para hacer la prueba porque tenía que regresar a casa. Así que se presentó al par de días y aún estando lesionado la pasó! Y en septiembre empieza una vida nueva.
Desde luego les veo genial, y el simple hecho de saber que les va tan bien me ha alegrado a mi.
Lo que ahora me da miedo es perder este sentimiento, volver a caer.
1 comentario:
Cuando empecé a leer dije "alma de Dios, por favor, ¡un poco de ánimo! ¿Es que sólo escribes cuando estás depre?". Pero veo que no.
La alegría te durará lo que quieras que dure.
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