Se marchó de su casa. El otro lado del mar no aguantaba más y se fue dando un portazo. Me contó que se sentía solo y no sabía bien a donde ir, pero no iba a volver a aquel, su hogar. Y soñó que se venía a esta mi tierra, mi árida tierra, de castillos y murallas entremezcladas con chimeneas de humo y edificios de frío cemento.
Mi ciudad sintética. Que ganas tengo de marcharme.
Y vivimos aún sin arrugas en la cara, hipnotizados en mundos de rutina, tu buscando una sirena, yo que me quedé parada en abril y aún espero que llegue mi primavera.
Insiste. Quiere marcharse en un barquito velero. Huir.. huir.. huir!! Quizá convertirse en pajaro y aprender a volar. Cambiar de aires.
Pero mi querido otro lado del mar, las prisas no son buenas, la vida pone a todos en su lugar, larga la calma sigue a la tormenta, y en las noches de lluvias, escribo y escribo, purpurina sin brillo, apagada y triste.
sábado, junio 02, 2007
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